SEGON DE BATXILLERAT HISTÒRIA D'ESPANYA

LA GUERRA CIVIL
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"Los moros cortarán la cabeza de los comunistas y los canallas que pretendan resistir serán abatidos como perros. Se les perseguirá como a fieras hasta hacerlos desaparecer a todos. Os juro por mi palabra de honor que por cada víctima  que hagan, he de hacer por lo menos diez".
                                                   Arenga lanzada desde Radio Sevilla por el general Quipo de Llano, a finales de julio de 1936.

Su diseño estratégico, avalado obviamente por Franco, consistía en apoderarse a fondo del territorio en los primeros compases de guerra, exterminando concienzudamente a todos los enemigos. Se trataba de generar un terror ejemplizante que paralizara a los republicanos. Para ello, los sublevados contaban con el inestimable concurso del Ejército colonial africano, de esas tropas legionarias y de los regulares "moros" que arrasaban los pueblos saqueados, violaban mujeres y mutilaban los órganos sexuales de los ejecutados, según narra, entre otros, el hispanista P. Preston.
                                                                                                                  LA VANGUARDIA, lunes, 26 de abril de 1999.

 

 

Al siguiente día del alzamiento militar, el Gobierno republicano se encontró en esta situación: por un lado tenia que hacer frente al movimiento que desde las capitales y provincias ocupadas (...), tomaba la ofensiva contra Madrid, y por otro, a la insurrección de las masas proletarias, que sin atacar directamente al gobierno, no le obedecían. Para
combatir al fascismo, querían hacer una revolución sindical. La amenaza más fuerte era sin duda el alzamiento militar, pero su fuerza principal venia, por el momento, de las masas desmandadas que dejaban inerme al Gobierno frente a los enemigos de la República.
Reducir aquellas masas a la disciplina, hacerlas entrar en una organización militar del Estado, con mandos dependientes del Gobierno, para sostener la guerra conforme a tos planes de un Estado Mayor, ha constituido el problema capital de la República.
El Gobierno desligó de la obediencia a sus jefes a todos los soldados, pensando dejar sin tropas a los directores del movimiento. Este decreto, naturalmente, no fue obedecido en las ciudades por los militares, pero si en las importantes plazas en poder del Gobierno (Madrid, Barcelona, Cartagena, Valencia etc). Los soldados abandonaron los cuarteles y casi todos se marcharon a sus casas...

Manuel Azaña: Escritos políticos y de guerra.

 

 


Se pone en conocimiento de todos los afiliados a la Falange Española Tradicionalista y de las JONS que los únicos gritos que deben darse en concentraciones, manifestaciones y desfiles, etc, son estos: Franco, Franco, Franco"; "Arriba España"; "Viva España" y "España Una, Grande y Libre. Cualesquiera otros -en relación con el Movimiento- serán considerados como lanzados con propósito de perturbación y adecuadamente sancionados por las autoridades del Partido del Estado.
                                                                                                                      1 de novembre de 1937

 

Cartells de la Guerra Civil en http://www.elhistoriador.es/guerracivilpropaganda.htm

cartells de la Guerra Civil

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JOAN VILLARROYA / ENRIC JULIANA LA VANGUARDIA - 05/03/2003
                                                                  El bombardeo de Barcelona en 1938

.El Duce quiso ensayar una nueva técnica del terror
La prueba incontrovertible de que los bombardeos que durante los dos días siguientes aterrorizaron a la población de Barcelona, provocando un millar de muertos, fueron ordenados por el dictador, se halla depositada en el Archivo Histórico de la Aeronáutica Militar en Roma, junto a centenares de fotografías y fichas que ilustran con minuciosa exactitud buena parte de las 4.782 acciones –con el consiguiente lanzamiento de 11.199 toneladas de explosivos–, llevadas a cabo por la aviación italiana durante la Guerra Civil, a partir de sus primeras incursiones en España pocas semanas después del golpe del 18 de julio de 1936, cuando la Italia de Mussolini y del rey Víctor Manuel III aún no había reconocido oficialmente a los militares insurrectos.
Los bombarderos Savoia-79 actuaron, una vez más, con una eficacia extrema. Junto a los temibles Heinkel-111 alemanes, apenas tenían rival en el aire. Sus ametralladoras Breda de 12,7 mm eran mucho más potentes que las armas de 7,62 mm que equipaban los caza Polikarpov (“mosca” y “rata”) de la aviación republicana, comprados a la URSS o fabricados en España con el asesoramiento de ingenieros soviéticos.
Pero no fue una mera repetición del salvaje bombardeo de Guernika, llevado a cabo justo un año antes (26 de abril de 1937) por la Legión Cóndor alemana. Lo de Barcelona fue, en el plano militar, sustancialmente distinto, significaba el ensayo de una nueva táctica, de una nueva técnica del terror desde el aire. “En vez del método tradicional de concentrar los aviones y de lanzar todas las bombas posibles en un lugar y en un momento determinados –con lo que se buscaba desbordar a los equipos de salvamento y extinción de incendios– se organizaron los ataques en cadena ininterrumpida, de modo que los sistemas de alarma quedaban desarticulados: los barceloneses ya no sabían si el chillido de las sirenas, tantas veces repetido, indicaba el comienzo o el fin de un peligro”, señala el historiador Hilari Raguer. Otro especialista, el historiador italiano Ferdinando Pedriali, lo evalúa de la siguiente manera: “La técnica empleada en Barcelona impresionó profundamente. Era algo nuevo, nunca probado sobre la población civil. El efecto fue terrorífico: la tarde del día 17 comenzó un éxodo de millares de personas hacia el campo”. La noticia fue portada en muchos diarios franceses, británicos y norteamericanos y alimentó la leyenda de que los italianos habían probado en Barcelona un nuevo tipo de explosivo, una “superbomba”.
El fuerte impacto del bombardeo en la opinión pública europea preocupó al general Franco. El día 18 por la tarde, un telegrama remitido desde Logroño a la base italiana de Baleares mandaba parar: “Urgentissimo. Generalissimo ordina sospendre bombardamento Barcellona”. El episodio pone de relieve el grado de autonomía con que actuaba la Aviación Legionaria Italiana en España e ilustra cómo el Duce ayudaba al bando franquista desarrollando su propia estrategia, con la mirada puesta en el tablero europeo, donde ya se gestaba la segunda gran guerra.
Al contrario de Franco, Mussolini siempre tenía prisa. Pero los propios historiadores italianos no se ponen de acuerdo sobre los motivos exactos que le empujaron a ordenar el bombardeo de Barcelona. En aquel momento tenía “celos” de Hitler, que acababa de anexionarse Austria; una píldora amarga ya que al régimen fascista le interesaba mantener la independencia de Viena, cuna del imperio austro-húngaro, que durante tantos años había dominado la Italia septentrional. Pero también estaba deseoso de enviar un mensaje de advertencia a Francia, que podía estar a punto de autorizar una venta de masiva de armas al gobierno de la República. Ésta es la impresión que dejó escrita en su diario Galleazo Ciano, cuñado del Duce y a la sazón ministro de Asuntos Exteriores, singular personaje que años después contribuiría a la quiebra del poder fascista y sería fusilado por traidor: “La verdad sobre los bombardeos de Barcelona es que Mussolini se los ha ordenado a Valle en la Cámara, pocos minutos después del discurso sobre Austria. Franco no sabía nada y ha pedido suspenderlos, pues crean complicaciones en el extranjero. Mussolini piensa que abaten muy eficazmente la moral de los rojos, mientras las tropas avanzan por Aragón”.
El dictador italiano necesitaba triunfos para la partida europea, en un momento de tirantez con Hitler. La toma de Santander, el 26 de agosto de 1937, había compensado la humillación sufrida por sus tropas en la batalla de Guadalajara. Y la posterior rendición de los batallones nacionalistas vascos al mando italiano en el puerto cántabro de Santoña –abortada por Franco, que no quiso respetar las benévolas condiciones pactadas por el general Ettore Bastico– estuvieron a punto de ofrecerle una magnífica baza ante el Vaticano, deseoso de salvar la vida de los “gudaris” católicos. La ofensiva sobre Aragón, iniciada el 9 de marzo, parecía trazar el horizonte final de la guerra. Excitado por la posibilidad de un desenlace triunfal en el momento más adecuado, Mussolini quiso apretar el acelerador machacando Barcelona.
Una de las preguntas que quedan por responder es por qué el bombardeo de Barcelona, pese a ser el primer ataque aéreo contra una gran ciudad europea, no ha quedado fijado en la memoria colectiva con la intensidad dramática con que perdura la tragedia de Guernika.
Aunque el gobierno de la República y la Generalitat conjugaron la protesta con el deseo de que la tragedia no alimentase la desmoralización civil –Barcelona era sede del gobierno del doctor Juan Negrín–, hubo muchos pronunciamientos internacionales, especialmente en Gran Bretaña. Incluso el muy prudente Papa Pío XII se mostró conmovido, transmitiendo a Franco “palabras de moderación y consejos de mansedumbre para atenuar los horrores de la guerra”. Dos años después, en verano de 1940, cuando las bombas de la Luftwafe llovían sobre Londres, Winston Churchill fue bastante más explícito que Su Santidad: “Confío en que nuestros ciudadanos sabrán resistir cómo supo hacerlo el valiente pueblo de Barcelona”.
NOTA: Barcelona no estaba preparada para protegerse de los bombardeos. La Junta de Defensa Pasiva improvisó todas las medidas de que fue capaz. Se construyeron 1.365 refugios antiaéreos, 24 fueron obra municipal; el resto, iniciativa de los ciudadanos.
Al acabar la guerra, las autoridades franquistas los inventariaron y la mayoría fueron tapiados para evitar su uso con otros fines. Pasaron los años, se construyeron nuevos edificios, líneas de metro y parkings. Se edificó otro paisaje, otra historia. Se olvidó el pasado.
                                                                                         JOSEP MARIA SÒRIA LA VANGUARDIA -05/03/2002

    La represión

BARCELONA. - El abogado Francesc Badia ha publicado un extenso estudio sobre "Els camps de treball a Catalunya durant la Guerra Civil (1936-1939)", dependientes del Servicio de Información Militar (SIM) de la República. Estos campos se instalaron en Cataluña a finales de 1937 y fueron "un instrumento de represión política, al margen de todo control judicial". El SIM actuó independientemente de la Generalitat, a pesar de que el gobierno catalán tenía traspasadas las competencias de las prisiones.
El SIM, servicio de inteligencia de la República creado en agosto de 1937, fue desde el principio controlado por estalinistas. Según Badia, estos campos reprodujeron "el gulag soviético".
Badia ha dedicado varios años a la investigación de la represión religiosa durante la República y , basándose mayoritaria aunque no exclusivamente en religiosos, exhuma testimonios de esos campos. Concluye que por ellos pasaron entre 7.000 y 8.000 personas. Badia ha localizado a casi un millar, de las cuales refiere nombres y campo de trabajo.
            Para Francesc Badia, "el grado de vileza a que se llegó es comparable al de los campos nazis, soviéticos o españoles de la posguerra". Para el historiador Joan Villarroya, es evidente que en esas instalaciones se practicó y abusó de la represión, pero difícilmente son comparables con los franquistas, con los nazis o con los soviéticos aunque sólo sea porque estuvieron funcionando apenas un año.
            Los presos de los campos fueron básicamente quintacolumnistas (franquistas en territorio republicano); personas de derechas; sacerdotes; poumistas, trotskistas y anarquistas; oficiales y soldados prisioneros de guerra; civiles acusados de "derrotismo"; prófugos del Ejército republicano; miembros de las Brigadas Internacionales; infractores de normas de abastecimiento y de transferencia de capitales, y delincuentes comunes.
            Los responsables, vigilantes y miembros de los servicios de los campos republicanos en Cataluña eran en su mayoría, según Badia, fugitivos de las áreas ocupadas por los "nacionales" (Aragón, Andalucía y Extremadura), donde la represión franquista fue durísima. Badia cita a Rafael Tasis, un alto cargo de la Conselleria de Justícia de la Generalitat republicana, quien escribió que este cuerpo estaba formado por "granujas, restos de los viejos comités más incontrolados y siempre dispuestos a las mayores violencias".


• La Generalitat localiza 54 fosas de la Guerra Civil en la mitad de las comarcas catalanas
Un informe de Justicia calcula que las sepulturas pueden albergar de 2.000 a 18.000 cadáveres
Las fosas comunes, de acuerdo con el mismo informe, se dividen por tipologías entre las creadas por la represión republicana de 1936, las que acogen a civiles represaliados por el franquismo localizadas mayormente en la comarca del Pallars Sobirà, las que tienen enterrados a soldados republicanos, y las que son producto de la batalla del Ebro, con muertos de los dos bandos, según palabras de la consellera de Justícia i Interior.
La apertura de las fosas comunes de la Guerra Civil es fruto de una iniciativa que está impulsando en el conjunto de España la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, que calcula que la cifra global de desaparecidos puede rondar los 30.000. Fruto del trabajo que está llevando a cabo, a finales del año pasado hab’a reunido indicios de una decena de fosas comunes en Catalunya. El informe de la Generalitat multiplica por cinco esta primera cifra.                     
                                                                                  JOSEP GISBERT LA VANGUARDIA 13/03/2003

El cardenal Carles solicita al Papa que beatifique al obispo Irurita, fusilado en 1936, que algunos cuestionan por su apoyo a Franco
            La polémica ha acompañado al proceso de beatificación de Manuel Irurita, nacido en la provincia de Navarra en 1876, obispo de Barcelona desde 1930 hasta su muerte. Así, sectores progresistas y nacionalistas de la propia Iglesia catòlica han tildado a Irurita de carlista e integrista, y se le incluye dentro del sector de prelados que daban a la rebelión militar carácter de "cruzada", algo a lo que se opuso Vidal i Barraquer. Al estallar la Guerra Civil, Irurita tuvo que huir del palacio episcopal y se refugió cuatro meses en casa del orfebre Antoni Tort. Allí fue detenido y, en la noche del 3 al 4 de diciembre de 1936, fusilado en el cementerio de Montcada i Reixac junto a su secretario, Marcos Goñi, y dos miembros de la familia Tort.
                                                                       JAUME MERCADER LA VANGUARDIA 20/07/2002


                                                                           Víctimas

           Durante la guerra civil española murieron en el frente entre 40.000 y 45. 000 soldados catalanes, según el político e historiador Josep Benet ;Benet explicó anteayer que por los estudios realizados hasta ahora, la mayor mortandad de soldados catalanes se produjo en el frente de la batalla del Ebro (entre el 25 de julio y el 16 de noviembre de 1938), pero que también hubo un elevado número de víctimas en los primeros días de la retirada del ejército republicano en Catalunya, especialmente en los frentes del Segre y Balaguer.
            La cuestión de las cifras de la Guerra Civil ha sido motivo de tópicos como el falso millón de muertos. A mitad de los años ochenta, los historiadores empezaron a investigar cifras de víctimas y represaliados. Solé i Sabaté i Joan Villarroya fueron los primeros en hacerlo en Catalunya. Así las víctimas de los bombardeos de la aviación fascista en Catalunya fueron unas 5.300. Las víctimas de la violencia de los comités antifascistas se eleva a 8.300, en su gran mayoría entre julio de 1936 y mayo de 1937. Los citados historiadores evalúan en 3.365 el número de fusilados, tras ser condenados a muerte por los tribunales militares franquistas entre 1938, cuando las tropas de Franco entran en Catalunya, y 1953.
            Otras cifras que los historiadores han ido perfilando a partir sobre todo a estudios demográficos es que el número de muertos durante la Guerra Civil (en los frentes, en los bombardeos, asesinados y ejecutados) se sitúa en torno a los 350.000. En cuanto al exilio, según el informe del comisionado de Hacienda francés, M. Valière, el número de refugiados en marzo de 1939 era de 440.000. Cifra que, si se añade las personas que huyeron por el levante y el sur, se eleva hasta 475.000.
De la cifra citada ahora por Benet respecto a las víctimas mortales catalanas en el frente, sólo un millar estaba en el bando franquista y en su mayoría eran carlistas enrolados en el Tercio de Montserrat, que fueron utilizados como carne de cañón por Franco en la batalla del Ebro. El resto de las 40.000 o 45.000 bajas estaba en el bando republicano. En éste, la leva más diezmada fue la de 1941, llamada “del biberón”, a la que perteneció el propio Josep Benet, que también participó como fuerza de choque en la cruenta batalla del Ebro.
Benet afirma que la cifra no puede ser más precisa porque no se pudo concluir el trabajo que inició en el Centre d'Història Contemporània de Catalunya (CHCC), el cual dirigió desde su fundación, en 1985, hasta el 2001, cuando se jubiló por motivos de salud. Con el concurso de colaboradores e historiadores locales, el Centre puso en marcha una investigación histórica sobre el número de víctimas en los frentes de la guerra, pueblo por pueblo, que no pudo terminar por falta de presupuesto. Las comarcas de Girona son las mejor estudiadas, en cambio, apenas hay información de la ciudad de Barcelona.                             

                                                                                JOSEP MARIA SÒRIA - LA VANGUARDIA 19/09/2003

 

 Orwell

En una de las más vigorosas reivindicaciones de la figura del escritor, Christopher Hitchens (“La  victoria de Orwell”, 2003) sostiene que Orwell “acertó” en relación a los tres grandes “ismos” que cruzaron el siglo: acertó en su antiimperialismo, su antifascismo y su antiestalinismo.
(…) Como tantos ingleses crecidos en la depresión que sigue a la Primera Guerra Mundial y que observan alarmados el imparable avance del fascismo, cruzar la frontera española se ha convertido en la prueba que superar para la conciencia moral de una generación.
Orwell llega a Barcelona el día de San Esteban de 1936. Se encuentra con una ciudad aún marcada por el fervor revolucionario que se había desatado a partir del 19 de julio. Entre atónito y fascinado, Orwell intenta discernir las posiciones políticas de una multitud de siglas que luchan al lado de la República. La ciudad, dice el escritor, parece sufrir una plaga de iniciales. El antifascista que viene, ante todo, a colaborar en la lucha contra Franco se alista casi por azar en las milicias del POUM, el partido marxista que lideran Joaquim Maurín y Andreu Nin. Sin él saberlo, Agustí Centelles documentó el momento en una célebre foto que descubrimos en sus archivos cuando, en 1980, el profesor Crick preparaba la primera biografia de Orwell. Es también el complemento visual a la primera frase de “Homenaje a Cataluña”: “En el cuartel Lenin de Barcelona, un día antes de alistarme en las milicias popularesà”. Después de varios meses con las milicias del POUM intentando en vano tomar Huesca en un frente poco activo, Orwell regresa a Barcelona de permiso a finales de abril de 1937. Viene con la firme decisión de pedir un cambio de destino para poder seguir la guerra encuadrado en las Brigadas Internacionales y convencido de que, después de todo, la posición comunista de reorganizar el ejército popular de una manera militarmente más convencional y de concentrar los esfuerzos para “ganar la guerra primero y hacer la revolución después” es la más sensata.
Sin embargo, sus días de permiso en la ciudad coinciden con los enfrentamientos callejeros conocidos como los Hechos de Mayo. Una nueva Semana Trágica de Barcelona que se salda con cientos de muertos y un millar de heridos. El intento del gobierno de la Generalitat de tomar por la fuerza la Telefónica, hasta entonces en manos de los anarquistas, acaba provocando una explosión violenta que da salida a la tensión ambiental de las últimas semanas. La grieta entre las tendencias libertarias y las autoritarias que divide las fuerzas de izquierda se escenifica durante aquellos días de mayo en Barcelona. Orwell los vive desde la terraza del Poliorama, en la Rambla, protegiendo los locales de la ejecutiva del POUM que se encuentran en frente. Aquellos días y sus consecuencias operan como una epifanía política para el escritor que va a convertirse en decisiva en la definición de su posición ideológica y de su proyecto literario.
Cuando se impone el orden de nuevo en la ciudad, Orwell regresa al frente. A los pocos días una bala fascista le atraviesa el cuello, aunque salva la vida milagrosamente. Convaleciente, regresa a una Barcelona que para cualquiera relacionado con el POUM se ha convertido en una ciudad de terror. El partido ha sido declarado ilegal por el nuevo gobierno de Negrín y sus líderes son encarcelados. Se les acusa de provocar los Hechos de Mayo y de colaborar con las tropas franquistas. Nin ha sido secuestrado, torturado y asesinado. La disolución del pequeño partido revolucionario es el trofeo que exige Stalin para mantener su apoyo a la República. Orwell pasa cinco días escondiéndose en Barcelona hasta conseguir huir con su mujer y dos compañeros ingleses. Aquellas experiencias miserables le hacen sentirse definitamente poumista y portavoz de su causa perdida. Así nace “Homenaje a Cataluña”, un libro en el que por primera vez, magistralmente, el escritor sabe poner sus mejores estrategias narrativas al servicio de una causa política. El relato es considerado hoy por muchos como su obra más memorable y eficaz. Después, y muy directamente ligados a sus vivencias españolas, llegan sus dos grandes denuncias del totalitarismo y sus mecanismos que, además, se convierten en ímpresionantes éxitos comerciales: “Rebelión en la granja” y “Mil novecientos ochenta y cuatro”.
Con motivo del octavo aniversario del inicio de la guerra, cuando aún no había acabado la guerra mundial, escribió en un artículo para “The Observer” (16/VII/1944) algunas frases que ilustran, a mi entender, la prematura solidez de sus intuiciones políticas y su capacidad para expresarlas en la clara, ejemplar, prosa del mayor ensayista político que dio la Inglaterra del siglo XX: “Franco entró en Madrid a comienzos de 1939 y se aprovechó de su victoria con la máxima crueldadà La historia es repugnante a causa de la sórdida conducta de las grandes potencias y de la indiferencia del mundo en general. Los alemanes y los italianos intervinieron para aplastar la democracia española, para apoderarse de un importante punto estratégico de la futura guerra y, de paso, para probar sus aviones de bombardeo con poblaciones indefensas.
”Los rusos entregaron una pequeña cantidad de armas y obtuvieron a cambio el máximo de control político. Los británicos y los franceses se limitaron a volver la cabeza mientras sus enemigos se alzaban con la victoria. La actitud británica es la más imperdonable, porque fue insensata a la par que deshonrosa. Los británicos dejaron que Franco y Hitler vencieran y que fuera Rusia y no Gran Bretaña quien se hiciera acreedora de la simpatía y gratitud de los españoles. Durante un año o más, el gobierno de la República estuvo de hecho bajo dominio ruso, básicamente porque Rusia fue el único país que le echó una mano. El crecimiento del Partido Comunista de España, que de contar con unos miles de afiliados pasó a tener un cuarto de millón, fue obra directa de los conservadores británicos.
”Ha habido una acentuada tendencia a ocultar estos hechos, incluso a reivindicar la hostil ‘neutralidad’ de Franco como un tiunfo de la diplomacia británica. La verdadera historia de la guerra civil española debería recordarse siempre como un ejemplo de la insensatez y mezquindad de la política de las potencias. Lo único que la compensa es la valentía de los combatientes de ambos bandos y la entereza de la población civil de la España republicana, que durante años pasó hambre y penalidades que nosotros no hemos conocido ni en los peores momentos de la guerra.”
                                                                                                              MIQUEL BERGA  LA VANGUARDIA 18/06/2003

EDUARDO PONS PRADES, HISTORIADOR COMBATIENTE EN CUATRO GUERRAS
"Soy especialista en perder batallas"
Tengo 85 años. Nací en Barcelona. Soy hijo de familia libertaria que me enseñó que la libertad es inseparable de la responsabilidad. Luché por la República y perdí; por Francia y perdí; sólo ganamos contra Hitler en el maquis: y perdí contra la dictadura. Las guerras van cambiando de nombre, la causa de la libertad es siempre la misma



Mi familia era libertaria y en ella los hijos éramos compañeros y amigos de los padres. Jamás nos pegaron, ni siquiera nos chillaron. Empleaban horas y horas en explicarnos por qué las cosas eran así y cómo podrían mejorar si nosotros las transformábamos.

- ¿Libertario no raya en libertinaje?

-Al contrario. Mi padre nos repetía: "Cada parcela de libertad que asumes en tu vida lleva siempre aparejada la misma parcela de responsabilidad irrenunciable". Fue un padre modélico y ninguno de los tres hermanos fumamos, bebimos o pisamos jamás un burdel. "La prostitución -nos decía- humilla a la mujer y envilece al hombre".

-Pues hoy es floreciente negocio.

-Un día, en la Escola Industrial, un chaval de más dinero me ofreció un Lucky y me dijo: "Pruébalo por curiosidad"; y yo le contesté: "Tengo otras curiosidades". Esa es la clave para eliminar las drogas hoy: gusto por la cultura y la educación y que no sobre dinero. Yo adoraba el jazz y los libros: si fumaba o bebía, ya no tenía dinero para comprarlos.

-Colijo que su padre tampoco iba sobrado.

Mi padre era ebanista, autodidacta, de enorme cultura. Nos llevó a la Escuela Racionalista de Ferrer i Guardia y allí le escuché decir a mi maestro Germinal, de Don Benito: "En la escuela se forja el porvenir".

-Nada más cierto.

Era un extremeño magnífico. No entiendo ahora por qué pretenden enfrentarnos: ¡ los trabajadores de Extremadura, Catalunya o Pakistán siempre fuimos hermanos!

-Lo somos.

Así que decidí hacerme maestro. Aprobé el ingreso en la Normal, pero en el 36 estalló la guerra y me alisté falsificando mi edad. A los 17 años reales, fui alumno de la Escuela Popular de Guerra de El Escorial y luego sargento de ametralladoras en el Guadarrama.

-¿Sangre, horror y fuego?

-Vi morir a mis hombres en Brunete y sobre todo en el Ebro: ¡ aquellos muchachos andaluces a los que los señoritos habían tratado como bestias de carga en su tierra iban sin dudar a la muerte por su dignidad antes de que les hubiéramos podido enseñar a leer!

-¿Por qué perdieron ustedes la guerra?

-El mayoral de pastoreo de Moreda, en Granada, era un analfabeto que pasó hambre antes de que la colectivización de UGTCNT lo convirtiera en copropietario de las tierras de un marqués. Le pregunté para uno de mis libros qué sintió: "Por primera vez en mi vida pintaba algo en este mundo... Lástima que para eso tuvo que haber una guerra".

-¿Y las sacas y fusilamientos de los anarquistas a tantos ciudadanos inocentes?

-¿Y las de Franco en Badajoz? Lamentables, pero le recuerdo que el Ángel Rojo que acabó con las sacas fue un anarquista, García Oliver, ministro de Justicia republicano.

-Su ejército era un desastre organizativo.

-¡No hubiéramos resistido treinta y cuatro meses frente a un ejército regular si fuéramos ese caos con que nos caricaturizan!

-Entonces... ¿por qué perdieron?

-La guerra de España, explica Pierre Vilar, fue un episodio más en la lucha de clases planetaria: por eso perdimos. Besteiro, cuando representa a la República en la coronación de Jorge V, pide ayuda al ministro de Exteriores británico. En ese momento, ganábamos: la República llevaba cinco victorias militares y Madrid resistía muy bien ante Franco.

-¿Que dijo Londres?

-Que la España blanca había respetado la propiedad de los intereses británicos mientras que la España roja los había colectivizado. Éramos un peligro incluso para las democracias, que nos temían y nos aislaron hasta que perdimos. Pero nuestra lucha continuó en Europa para frenar a Hitler, ahora ya cara a cara sin sus títeres y sus lacayos inter-mediarios: Franco, la Falange y la reacción.

-¿Usted volvió a alistarse?

-Por supuesto, fui militar en el ejército francés. Mi compañía fue diezmada por los lanzallamas nazis entre Bélgica y Luxemburgo. Hitler ocupó Francia y nos disolvimos.

-¿Y usted aún volvió a alistarse?

-Me incorporé a los grupos de acción y sabotaje y después al maquis con otros españoles y acabé la guerra mandando, ya en el ejército de De Gaulle y Le Clerq, la limpieza de alemanes del departamento del Aude.

Pues, oiga: ¡gracias por detener a Hitler!

-Es la única guerra que he ganado. Luego entré en España clandestinamente y, anodadado, escribí un informe: habíamos sido aniquilados. Tal vez la única posibilidad contra la dictadura era atentar contra Franco.

-Hubo unos cuantos intentos.

En el 46 fui detenido por el ejército cruzando la frontera y acabé con Josep Pallach en el penal de Salt. Yo fui trasladado a Barcelona y días después el astuto Pallach, hábil resistente, fue liberado a punta de pistola por un grupo del POUM, El coronel Bermejo, que me interrogó, se dejó tentar por un buen soborno, que, cosas de la vida, el pobre diablo al final ni siquiera pudo cobrar.

-¿Le soltaron?

-Acabé trabajando en Valencia con papeles falsos, pero no se podía organizar nada y volví a Francia. Cela me fichó para sus Papeles de Son Armadans en el 57. Yo le escribía las cartas desde Francia. Años después me animó a que fuera a Madrid a colaborar con la editorial que fundó, Alfaguara. Me dijo que con Fraga tendríamos manga ancha.

-¿Y el ministro no aflojó?

Fui jefe de producción en Alfaguara, pero volví a irme a Francia al ver que la dictadura no af lojaba. En el 62 ya pude volver legalmente a España con la amnistía que dio Franco al comenzar el papado de Juan XXIII.

                                                                                                            LLUÍS AMIGUET La Vanguardia  21/07/2005

 

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